24 de septiembre 2019:
Tren con destino Mombasa, a ver que me deparará la vida allí. Nueva gente. Nueva casa. Nuevo paisaje. Nueva comida. Tengo ganas de volver, y ni si quiera he llegado aún.
Tengo la sensación de que la experiencia va a ser enorme y el cariño que voy a coger a los niños y niñas del orfanato va a ser abismal. Este tren va desde Uganda hasta Mombasa, atraviesa todo Kenia y el paisaje que lo acompaña es de otro mundo, niños con bidones de varios litros de agua que se acercan a pequeños estanques a recargarlos, niños con una rama de árbol más grande que ellos controlando su ganado, sucios, con moscas en la cara y trapos viejos llenos de barro. De vez en cuando puedo ver a alguna cebra, aunque no constantemente como en el safari. Hay mucho, muchísimo paisaje de desolación, nada excepto alguna que otra chabola en medio de la nada. Me pregunto a qué colegio Irán los niños que viven ahí, si es que van a alguno. Cuál será su futuro si nada cambia, seguramente el mismo que el de sus padres.. No salir de África en la vida, sin aspirar a una vida mejor, más fácil y menos ‘’tercermundista. ’’
Está claro que no es necesario tener de todo para ser felices, pero qué menos que las necesidades básicas, tener acceso a una buena alimentación, agua potable, seguridad, y una calidad de vida decente. Vivir con sueños y objetivos, sin miedos, siendo niños y no trabajadores explotados.
Mi estancia en Mombasa me dará que pensar, porque nunca he tratado con niños huérfanos, con niños pobres si, los del gallinero (Madrid), pero es otro tipo de pobreza. Estos niños del pensarán que lo tienen todo, porque solo han conocido el abandono y se han encontrado con personas que, desinteresadamente han decidido cruzarse en sus vidas y aportar lo que sea, ofrecerles una sonrisa, una mirada, una conversación o una estancia un poco más larga para que lleguen a apegarse. Mi objetivo en el gallinero era hacer que los niños que no conocían otra cosa que no fuera robar, timar, agredir o pelearse, conociesen lo que era tener un amigo, una persona que se interesaba en ellos y a poder ser, ofrecerles otra salida, una alternativa a la vida que tuvieron sus padres. Claro que eso solo podré saberlo en unos años, cuando el futuro de estos niños difiera del previsto. Bien, pues mi intención en Mombasa con estos niños, no va a ser menos. Intentaré marcar en la vida de algún niño, ofrecerles todo el cariño que tengo guardado y que yo he recibido de pequeña, cuidarlos e interesarme por ellos como si de mis hijos se tratara, darles de comer, curarles si se caen, taparles si tienen frío, o acostarles si tienen sueño. Ofrecerles mis hombros para que se sequen las lágrimas, cuando están tristes, y ofrecerlo también cuando estas lágrimas sean de felicidad. Quiero formar parte de sus recuerdos de niños, para que vean en un futuro, que si lo desean pueden hacer lo que les dé la gana, y que haber nacido en una situación desfavorable no quiere decir que tengan que vivir permanentemente en ella. Que existe otro mundo, donde las metas están más cerca, donde el camino es más fácil y donde estos niños tienen cabida.
No sé qué me espera en Mombasa, pero creo que algo bueno seguro.
Yorumlar