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No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita

Foto del escritor: Kids Worth ItKids Worth It

6 de diciembre de 2019: me quedan menos de 10 días aquí. Quiero quedarme más tiempo, pero a la vez debo y quiero también volver a España. Lo que me consuela es que con el proyecto que tengo entre manos, si o si tendré que venir aquí pronto. No estoy segura de cuando, pero sé que esto no será un adiós, sino un hasta pronto. Es una responsabilidad bonita a la que ya me he comprometido.



Los días aquí pasan lentos y a la vez rápidos, el amanecer y el atardecer son mis momentos favoritos del día. La luz que hay es tan especial que no te cuesta despertarte por ella. La paz que transmiten los arboles con luz dorada y el sonido de los monos y los Bush Babies peleándose, seguramente por la comida hace que te apetezca salir a ver qué pasa. Siempre quise venir a África, pero nunca pensé en cuándo ni dónde, y no podría llegar a imaginar que Kenia me gustaría tanto. Ni si quiera pensé que realmente acabaría viniendo. Pero es verdad eso que dicen, que todo parece imposible hasta que se hace. Y yo lo he hecho. He pasado 90 días en África, sola, con 22 años y una mochila. Viviendo como viven aquí la vida a la que en occidente llamamos incorrectamente "tercermundista", porque de eso nada.


Puede que sea un continente que, generalmente se encuentre en ‘’vías de desarrollo’’ pero de ahí a menospreciarlo llamándolo tercermundista, no me parece. Realmente tenemos que plantearnos seriamente si somos nosotros los que realmente vivimos en el tercer mundo. Si las tecnologías y la economía que tenemos nos hacen ser más ricos que otros. ¿Es esa la verdadera riqueza?



Quedar con los amigos sin olvidar el móvil. Hablar más a menudo a través de una pantalla que a los ojos y en primera persona. Vivir a través de películas, series o videojuegos que no forman parte de nuestra vida, pero aun así los hacemos "nuestros". En este lado del mundo, particularmente en Kenia, lo primero que llama la atención es que la gente sale a la calle y juega. Hablan, ríen, pasan el rato sin necesidad de consumir nada o de depender de un teléfono móvil que les conecte con más personas. Si quedan al día siguiente en verse otra vez, no les hace falta escribirse un mensaje, lo llaman compromiso. Se ven al día siguiente y realmente se ven, no como las reuniones que concertamos nosotros con amigos, en las que al final estamos pendientes de cualquier otra cosa, menos de ellos. Aquí si se reúnen, ponen toda su atención en pasar el rato con la otra persona. No saben mucho de matemáticas o de física, algunos no saben ni leer ni escribir si quiera, pero de lo que realmente les importa, saben absolutamente todo.



No quiero menospreciar la importancia de la educación en este punto. Por su puesto que la educación es la base de todo éxito y progreso en cualquier sociedad, pero el ser humano es flexible y tiene la capacidad de adaptarse a lo que le venga por delante. Ellos son el claro ejemplo de ello. En algunos casos, sin tener apenas educación, saben mucho más de la vida que nosotros, son más ricos en todo lo que no está relacionado a la economía, y eso hace plantearse sobre lo que realmente nos importa. No podemos infravalorar a esta parte de la población por no haber tenido las mismas facilidades que hemos tenido nosotros. No podemos creernos superiores simplemente por tener más dinero, porque el dinero, aunque esto ya lo hayamos escuchado, no lo es todo. Por ello, considero que deberíamos borrar la palabra ‘’Tercer mundo’’ de nuestro diccionario, porque que yo sepa aquí solo hay un mundo, y todos vivimos en él, independientemente de las oportunidades que nos haya brindado el lugar donde hayamos tenido la suerte de nacer.

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